Cuando era más pequeño y en los canales privados de televisión comenzaban a traernos series de anime, siempre recordaré (y una de mis hermanas también) una que me pareció eterna. De ese tipo de series de dibujos o telenovelas que uno recuerda vagamente y se le hizo tan larga en aquella edad que parecían tener cientos de episodios. Esa serie se llamaba «Bateadores». De vez en cuando la recuerdo con mi hermana mayor, que se sentaba a verla conmigo por las tardes y siempre que la nombramos sonreimos porque nos acordamos de lo que tardaba en llegar la pelota de un lado al otro del campo, que bien podían pasar decenas de episodios para hacerlo.
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UN POCO DE NATACIÓN, UN MUCHO DE HISTORIAS
No, Free! no es igual por suerte, pero sí es una de esas series que me ha sorprendido y recordado a la vez lo que disfrutaba de los animes basados en deportes, los cuales no veía desde hacía bastante tiempo. Quién no ha visto a Oliver y Benji en «Campeones», la ya nombrada «Bateadores» o a Chicho Terremoto con su pelota de baloncesto. Había un deporte que por lo menos yo no había visto nunca en una serie de este estilo, el de la natación. Cuando comencé a ver «Free!» a principios de verano en emisión simultánea gracias a Crunchyroll, lo hice con cierto recelo. No podía ni pensar en la terrible idea de que nos mantuviesen cada episodio con lo típico de una competición y que justo al llegar a la meta el tiempo se dilatase tanto como para rellenar minutos y hacer otra «Bateadores».
Nada más lejos de la realidad, esos momentos sólo ocurren en un par de ocasiones en toda la serie y duran unos segundos resolviéndose con naturalidad y en tiempo real, de hecho, aunque la serie trate sobre la natación, apenas veremos dos competiciones, ya que lo que el motor principal de la misma recae sobre la relación entre los personajes, su amistad y su esfuerzo personal por conseguir un objetivo y su felicidad. Algo que me sorprendió gratamente hasta el punto de desear ver un episodio más cada vez que acababa otro (la serie cuenta con un total de 12 y dos cortos que aún no he visto y todo indica que el próximo verano habrá una segunda temporada).
La serie cuenta la historia de cuatro chicos, Rin, Haruka, Makoto y Nagisa. Han pasado ya unos años desde que, cuando eran pequeños, participaron juntos en un torneo de relevos de natación. Rin se fue a Australia para entrenarse para los Juegos Olímpicos mientras que los otros tres se quedaron en su ciudad natal. Al comenzar un nuevo curso, Nagisa quiere rescatar el club de natación de la escuela y convence a Haruka y Makoto, pero les falta un cuarto miembro para poder formarlo oficialmente. Ese cuarto miembro será Rei, un chico del club de atletismo que encima tiene miedo al agua y no sabe nadar. Por algún motivo, Rin se ha convertido en un rival de Haruka y toda la serie gira en torno a esta relación de amistad y odio entre los dos que les lleva a querer competir cara a cara para decidir confrontaciones personales que no acaban de dilucidarse por completo.
EL OPENING Y EL ENDING
Aunque la música en los episodios es similar de uno a otro y siempre amena, divertida y con mucho ritmo adecuándose a las situaciones, el opening y el ending en apenas una escucha son capaces de hacernos tararearlos sin poder evitarlo. El opening se titula «Rage On», una canción del grupo Oldcodex y el ending es «Splash Free», de Style Five. Aparte, como en casi todas las series de anime, el final de temporada acaba con una canción diferente, en este caso «»Ever Blue», también de Style Five, grupo compuesto por Nobunaga Shimazaki, Tatsuhisa Suzuki, Tsubasa Yonaga, Daisuke Hirakawa y Mamoru Miyano, todas muy enfocadas a destacar adjetivos que describen el agua y la libertad.
Opening «Rage On»
Ending «Splash Free»
LO QUE SIGNIFICA SER LIBRE
Hay capítulos sensacionales que rompen con la monotonía, lo que siempre la hace agradable de ver, como el del entrenamiento en la isla que dura dos episodios y tiene un punto emocionante o el de la fiesta en que Rei y Nagisa intentan por todos los medios que Haruka y Rin se encuentren. La historia va atrapando sin querer y uno termina encariñándose y comprendiendo el por qué cada personaje actúa de cierta manera con el paso de los episodios, dejando como final una moraleja que todos hemos vivido alguna vez, muy cercana, pero que a cada cual le corresponde poner cara, porque ya se sabe que cualquier buena obra de arte es susceptible de interpretaciones según las vivencias de cada uno.Lo que es innegable es que cuando uno logra quitarse el caparazón que lleva encima y rendirse a aquello que le hace sentir bien, es cuando comienza a ser libre.
[…] Free! […]